2008. Artículo publicado en Argenpress - Prensa argentina para todo el mundo.
Durante la bonanza petrolera, el Estado se convirtió en el instrumento repartidor de los cuantiosos ingresos percibidos -divisas del petróleo y del endeudamiento externo-, para fortalecer, sobre todo, el proceso de reproducción y acumulación del capital. Luego, cuando el país -a inicios de la década de los ochenta del siglo pasado- se vio afectado por el doble choque exógeno, producido por la caída de los precios del petróleo y la elevación de las tasas de interés que condujo a la reducción de los flujos financieros, el Estado comenzó a asumir el peso del estrangulamiento y lo difundió hacia el resto de la sociedad. No en forma equilibrada, por supuesto.
En estas condiciones, el proceso de reajuste, que apareció como inevitable, afectó a toda la economía. Sin embargo, el sistema financiero y un número apreciable de empresas privadas, encontraron en la acción estatal su salvación.
– La naturaleza fraudulenta de la «sucretización»
El gobierno del doctor Oswaldo Hurtado Larrea, al que le tocó inaugurar los ajustes de inspiración neoliberal, convirtió las deudas en dólares de algunas decenas de agentes económicos privados, libremente contratadas fuera del país, a deudas en sucres con el Banco Central del Ecuador. Así el instituto emisor asumió el compromiso de pago en dólares frente a los acreedores internacionales. De esta manera, (¿al margen de la ley?) las
deudas externas privadas pasaron a engrosar la deuda pública externa. Este proceso es el que se conoce vulgarmente como “la sucretización de la deuda externa privada”: conocido también como “créditos de estabilización” o a secas “sucretización”. En realidad fue un proceso de socialización o estatización de deudas privadas.
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