2006. Artículo editorial escrito para Diario Hoy.
Con una manipulación informativa en toda la regla se destacó un noticiero de televisión la víspera de la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Sin ruborizarse, el lector de noticia informó que, como consecuencia de declaraciones contrarias al TLC, formuladas por un candidato presidencial, la compañía Dole Food se va del país. Poco después arrancó una ola de preocupados mensajes de los floricultores, asustados también por la creciente llegada de rosas chinas al mercado mundial…
El drama floricultor se sentiría, dicen los interesados, por el lado del desempleo. Ellos anuncian que en 2007 exportarán $450 millones, generando trabajo directo a 70 mil personas e indirecto a 30 mil más. A pesar de que colocan sus flores en más de 76 países, les preocupa la terminación de las preferencias arancelarias andinas (ATPDEA) que otorgan los EEUU. Sin negar la validez de su inquietud, la firma del TLC, vale recordar, abriría la puerta a productos subsidiados: arroz, papas, maíz, soya, pollos, carne vacuna. Esto amenazaría a más del 46% de las unidades agrícolas, poniendo en riesgo el trabajo de más 1,6 millones de personas, en su mayoría mujeres, según estudios de las Naciones Unidas; en uno de los cuales se concluye que el sector agropecuario del Ecuador pierde en todos los escenarios, incluso en el caso de que los EEUU eliminen todos los subsidios… La situación se complica aún más por otras aristas del TLC. Aceptarlo provocaría el aumento de los precios de medicinas e insumos agrícolas, la privatización de los servicios públicos, la sobreprotección a las inversiones extranjeras. Esto y más terminarían por mermar la escasa capacidad de acción del Estado.
La textura de la decisión a ser tomada puede incomodar a unos, pero tendrá que ser pensada en el contexto nacional. Lo que, por lo demás, no implica ignorar la situación de aquellos sectores que por hoy se benefician de las ATPDEA, que, según ellos, tendrían que pagar aranceles por menos de $30 millones en el próximo año. Presionar por una ampliación de las ATPDEA, sin afectar la soberanía nacional, parece razonable. Incluso se podrían diseñar esquemas de apoyo para mejorar los márgenes de competitividad del sector florícola y de otros afines.
Hay mucho por hacer en este campo, por ejemplo mejorar el transporte de las flores, abaratar la electricidad y, por cierto, bajar sustantivamente los costos financieros. Además, todo esto exigirá, tal como aconseja Guillermo Arosemena Arosemana, analista vinculado al mundo empresarial, acciones que tiendan a mejorar la competitividad de las propias empresas aún sin el ATPDEA, cuyo fin podría