2004. Artículo editorial escrito para Diario Hoy.
Lucio Gutiérrez (LG), el presidente-coronel de esta republiqueta andina, con mucho más intensidad que sus antecesores, quizás porque aprendió de ellos cuando fue su edecán, se ha trepado en la tarima para sentir que gobierna. LG lleva al extremo la práctica del ciclo político de la economía, promocionándose como que él fuera el candidato, al tiempo que apoya a los candidatos de su partido y a algunos oportunistas que se le han colgado del estribo. LG parece, incluso, que entendió en su campaña presidencial, que se hace política para ganar las elecciones y que no se gana las elecciones para cumplir con las promesas electorales. Y en su vértigo electoral, demostrando cada vez más su intolerancia y su estrechez de miras, mientras abusa impunemente de los recursos del Estado, LG pateó a un candidato de su antiguo aliado el Partido Pachakutik, porque este le salió al pasó recordándole lo que él es para el pueblo: «Lucio traidor».
El ciclo político ya se registró en otras ocasiones, LG no inventa nada. Cuando se acercan las elecciones, las acciones, las poses y los discursos en el campo de la economía están influenciados por fines políticos. Los gobernantes procuran levantar su alicaído prestigio, al tiempo que buscan asegurar el resultado electoral; para lograrlo, erigen enormes carteles anunciado obras incluso inexistentes, dispensan favores a sus clientelas, copan espacios mediáticos, entregan migajas en todos los rincones, ofrecen obras a cambio de votos. En estas épocas no hay espacio para decisiones dolorosas, que tiendan a corregir las distorsiones económicas; incluso recurren a la propaganda para resaltar las supuestas maravillas de la macroeconomía, entre las que mencionan el congelamiento de precios básicos.
Desde esta comprensión de la política económica, que hoy como en otras oportunidades no se plasmará en satisfactorios resultados electorales para el gobierno de LG, se postergan acuerdos con el FMI, que a la postre -como lo demuestra la experiencia- son augures de dolorosos ajustes. Eso lo comprende hasta LG. Pero hoy hay algo más…
A más de la influencia del ciclo político, parece que el FMI ha captado el mensaje: todo lo que provenga de su seno tiene carga negativa. Por eso el ministro de Economía de LG, desde hace algunos meses, aprovechando la mayor holgura fiscal que le brindan los elevados ingresos petroleros, que en su mayoría llenan la faltriquera de los acreedores de la deuda pública, dejando algunos dólares sueltos para alimentar el despilfarro electoral, no intenta suscribir otra Carta de Intención. Pero no deja de cobijarse a la sombra de dicho organismo y de su hermano gemelo, el Banco Mundial, para asegurarse créditos que le permitan cubrir un (inexistente) desbalance fiscal. Le interesa, en realidad, el aval fondomonetarista, camuflado con alguna carta de conformidad que apoye públicamente su gestión económica, mientras impulsa en el Congreso, sin el peso del FMI, las reformas privatizadoras de la electricidad, petróleo, seguridad social, entre otras medidas, alentadas como indispensables por parte del coro de economistas OCP: ortodoxos, conservadores y prudentes. Así, mientras LG hace el ridículo en la tarima, el FMI gobierna tras bastidores.